martes, 7 de octubre de 2014

Indigenismo e Islam, civilizaciones frente al quiebre integral de la modernidad

por A´li Rida Eric Peralta*

Tradiciones ancestrales erguidas desde una espiritualidad del sacrificio, pueblos y comunidades resistiendo su desintegración, la descomposición del ser humano y la destrucción de su medio; quiebre civilizatorio integral, que incluye factores ambientales, climáticos, energéticos, hídricos, alimenticios, pero también, y este es el daño más grande, espirituales y morales.

Asistimos a un probable final de época, al agotamiento de un modelo de organización económica, productiva y social, con sus respectivas expresiones en el ámbito ideológico, simbólico y cultural.

Valorizando las más variadas gamas de experiencias humanas, el sociólogo Boaventura de Sousa Santos ha desarrollado una “Sociología de las Emergencias” afirmando, entre otras razones, que “los fenómenos climáticos extremos se repiten cada vez con mayor frecuencia y gravedad. Prueba de ello son las sequías, las inundaciones, la crisis alimentaria, la especulación con productos agrícolas, la escasez creciente de agua potable, el uso de terrenos agrícolas para agrocombustibles, la deforestación de bosques. Poco a poco se va constando que los factores de la crisis están cada vez más articulados y son, en última instancia, manifestaciones de la misma crisis, que por sus dimensiones se presenta como crisis civilizatoria. Todo está relacionado: la crisis alimentaria, la ambiental, la energética, la especulación financiera sobre las commodities y los recursos naturales, la apropiación y concentración de tierra, la expansión desordenada de la frontera agrícola, la voracidad de la explotación de los recursos naturales, la escasez de agua potable y su privatización, la violencia en el campo, la expulsión de poblaciones de sus tierras ancestrales para dar paso a grandes infraestructuras y megaproyectos, las enfermedades inducidas por la dramática degradación ambiental, con mayor incidencia de cáncer en determinadas zonas rurales, los organismos modificados genéticamente, el consumo de agrotóxicos”.

Las guerras del petróleo y el gas, más la presión sobre las comoditties alimentarias y los avances diplomáticos para la internacionalización del amazonas y las reservas de agua dulce entre otras, junto a la promoción de la barbarie y el genocidio planificado como formas de control social sobre los pobres y oprimidos del mundo, marcan el rumbo de una agenda compartida por los países centrales.

La realidad aberrante de que el narcotráfico, el tráfico de armas y la trata de personas, incluyendo la explotación sexual de niños y niñas, sean los pilares más redituables del comercio internacional del mundo “civilizado”, demuestra el escenario de perversión, decadencia y depravación que caracteriza al actual estado de cosas.

La situación actual es parte de un proceso general de decadencia y descomposición orgánica de la sociedad moderna y la consecuente elección de “occidente”, es decir, su conformación civilizatoria, cultural, expresada al extremo en el materialismo, el consumismo y el individualismo manifiesto más exacerbado, exigiendo, por su agresividad y daño para nuestros pueblos y comunidades, respuestas integrales  al desafío planteado, aun así la humanidad podrá salir de esta crisis civilizatoria integral no sin grandes costos.

Sin olvidar que las dinámicas y acciones sostenidas en términos estratégicos se circunscribe formal y materialmente a la “jurisdicción” del movimiento nacional-popular de Nuestra América, primariamente argentino, y a las formas en que occidente institucionaliza su proyecto de dominación en el continente y nuestro país; esta lucha es hoy una realidad más allá de nuestras propias narices, y se desparrama por todas las geografías y pueblos del mundo sobre las que el pensamiento único de la sociedad moderna ha difundido su racionalidad criminal.

Por ello es inútil a esta altura del partido, desconocer la existencia de un “choque de civilizaciones”, que a diferencia del que postulan sus promotores fascistas, consiste en la confrontación de occidente contra el resto de la humanidad, que se niega saludablemente a verse reducida miserablemente al papel de sostén, como convidada de piedra, del “estilo de vida” de una raquítica y enfermiza minoría de la población mundial. 

El fracaso de Occidente en garantizarse su propia autosustentabilidad en relación fructífera con el resto de las civilizaciones y culturas, lo ha llevado a esta etapa superior, en la que amenaza extorsivamente a todos los pueblos del mundo y a la existencia de la humanidad misma, con la combinación de una especie de mutación cancerígena cultural y el genocidio abierto.

A disposición de este plan utiliza las herramientas que le brinda su actual hegemonía económica, política y militar, de la cual surgen proyectos de una irracionalidad fascista manifiesta, convirtiendo al mundo entero en su “espacio vital”.

La intervenciones y acciones sostenidas por la entidad sionista con la ocupación de Palestina y la masacre sostenida contra su población, los ataques combinados a la perfección con los grupos terroristas del ISIS y al Nusra en la pretendida injerencia en Líbano y Siria, así como las resientes declaraciones del jefe del Estado Mayor de Israel, Benny Gantz, quien ha anunciado que podría lanzar en Líbano una operación militar similar a la de Gaza, además de mencionar a Egipto, Siria e Irán como enemigos en cuyo territorio no descarta "actuar", expresan también la estrategia imperialista en Oriente Medio y el papel del sionismo en particular.

Los terroristas del Frente al Nusra y el Estado Islámico y su pretendida ocupación de los territorios donde se desarrollan las principales expresiones de la resistencia a los planes de occidente para Oriente Medio y Asia, expresan con sus blancos y métodos elegidos: asesinatos en masa contra civiles,  minorías religiosas, académicos y destrucción de lugares de culto, la afinidad de estas bandas criminales con los planes de Estados Unidos, Israel y las potencias que los secundan, buscan encaminarse abiertamente contra el eje de la resistencia a los planes occidentales que desde hace cuatro décadas representa el Irán revolucionario, resistencia expresada fundamentalmente en el apoyo que la República Islámica ha manifestado con las fuerzas patrióticas sirias, la organización libanesa de Hezbollah, y en el sostén de todas las expresiones de la resistencia, incluido Hamas y el Yihad Islámico en Palestina.

Los grupos integrados por mercenarios y sicarios financiados y entrenados por las grandes potencias que actúan en Oriente Medio, a ojos vista, seguirán sosteniendo la injerencia del imperialismo a como dé lugar, fuerzas impostadas desde otros países y vinculadas a los circuitos de la economía criminal como el narcotráfico, las redes de trata y el tráfico de armas, circuitos que alimentan los principales ingresos de la economía global del capital financiero internacional y que expresan la descomposición de los sectores con los que el imperio articula su genocidio abierto.

De igual manera la región de Abya Yala, Nuestra América, va registrando revueltas, e insurrecciones con acciones de sabotajes y ataques selectivos, promocionados por las clases dominantes nativas y el capital trasnacional, articulando grupos paramilitares, narcotraficantes y sectores civiles, que junto a sectores políticos opositores buscan condicionar, o directamente derrocar a los gobiernos que en el continente han osado transitar durante los últimos años un camino de integración hacia la emancipación de nuestros pueblos, sobre todo aquellos que sosteniendo tradiciones ancestrales expresan torrentes civilizatorios opuestos en el vértice al occidente senil.

En nuestro país, estas fuerzas de ocupación tienen su caldo de cultivo en las redes criminales del narcotráfico y la trata, en las bandas armadas de los feudos provinciales, y en los grupos de choque surgidos desde experiencias sociales y sindicales, que conducidos por los sectores tradicionales de la política generan los escenarios propicios para golpear selectivamente a referentes campesinos e indígenas, sociales y políticos que expresan la resistencia local a los intereses globales del apartheid planetario en el que pretenden sumirnos las potencias occidentales.

Como consecuencia de esta voluntad, y ante la extensión y peligrosidad del enemigo, la lucha en esta región está  indisolublemente ligada al destino de todos los pueblos del mundo, y es deber estratégico por lo tanto, construir lazos de amistad, integración y asistencia mutua con todos los pueblos que resisten al imperialismo, en especial con aquellos que llevan en sus entrañas propuestas culturales y civilizatorias independientes y propositivas fundamentales para la convivencia armónica de los pueblos y la construcción de una humanidad feliz, autoconsciente, solidaria, libre y plena. 

La diversidad de tradiciones, culturas y civilizaciones existentes, con sus riquezas y aportes, son innumerables, conformando en su conjunto un verdadero tesoro para la humanidad, del cual occidente puede tan solo reclamar como propia una moneda. 

Muchas de ellas han sido truncadas trágicamente en su desarrollo por la pretensión criminal occidental de supremacía, otras, han sobrevivido con duras luchas y se han desenvuelto de manera independiente. Algunas, profundamente arraigadas en la vida, al corazón y la razón de los pueblos, y tras largos y duros períodos de resistencia, han sobrevivido gracias a métodos de ocultamiento como el disimulo, aparentando superficialmente la aceptación de pautas culturales impuestas y extrañas, liberando en la intimidad comunitaria torrentes civilizatorios y espirituales.

En términos políticos concretos, en nuestra actualidad, existen dos experiencias insustituibles a la hora de hablar de esta resistencia: la revolución islámica y la revolución indígena de la Abya Yala, nuestro continente.

Ambas resultan en procesos populares, de resistencia y revolución, opuestas por el vértice a los modelos de sociedad de consumo en todas sus variantes ofrecidos por occidente. Son objetivamente, es decir, más allá de consideraciones de valoración individuales, los puntos de inflexión en el profundo terreno de la cultura en la lucha contra el imperialismo en nuestros días; y a su vez, tienen la capacidad de irradiar y contagiar a través de su ejemplo, nuevas búsquedas de construcción y reconstrucción de identidades culturales nacionales y sociales, así como en la revaloración de la dimensión espiritual de la naturaleza humana. 

Al caracterizarse por la búsqueda abierta, responsable y respetuosa del conocimiento en el marco del diálogo de culturas, estas propuestas civilizatorias están en condiciones ciertas de promover y acompañar los procesos de resurgimiento e integración, libres y soberanos de los pueblos.

Un nuevo modelo civilizatorio a contramano de occidente ya está en marcha desde las cosmovisiones indígenas de la región de Abia Yala, y desde la espiritualidad y valores que sostienen otras tradiciones en el mundo, como el Islam, tan caro culturalmente a las potencias arrogantes.

El proyecto revolucionario del siglo XXI debemos concebirlo como algo no meramente materialista, la crisis de valores que desgarra a nuestras sociedades, con su consecuente consumismo y vicios se resolverá solo si la batalla que damos atraviesa nuestros corazones, nuestra cotidianidad y por supuesto nuestras organizaciones.

Sin dudas lo que genera la lucha y resistencia indígenas en el continente nos interpela, nos obliga a sostener con el cuero esa dignidad ancestral, la defensa de la tierra y territorios, el sostenimiento de sus estructuras tradicionales de organización, como autoridades ancestrales y sistemas jurídicos propios de los pueblos, es continuidad de históricas luchas, tierra y vida del sueño que nos contiene, y por el que, abnegadamente y con espíritu de sacrificio, se da pelea.


*Secretario General de la OLA-Organización para la Liberación Argentina.


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