Oriente Medio y
Nuestra América, teatro de operaciones en las acciones no convencionales de
intervención imperialista.
Los ataques convencionales, bombardeos e incursiones
terrestres, legitimados por la llamada comunidad internacional, son rechazados
con vehemencia en distintos lugares del planeta, Pueblos y gobiernos se
solidarizan y reaccionan ante la injerencia de las grandes potencias y las
violaciones e intervenciones que sostienen contra la soberanía de las naciones.
El creciente desprestigio de los países centrales y los
organismos internacionales que legitiman sus políticas ante los pueblos y
comunidades del mundo, ha generado la sustitución, cuando les es posible la
combinación, de la injerencia directa de sus fuerzas militares, por las
tácticas de guerra no convencional.
En aquellos países que, contando con recursos naturales y
estratégicos, se transitan procesos desde los intereses nacionales y de
integración regional, administrando desde los estados los bienes energéticos,
minerales, hídricos, es donde la intervención imperialista ensaya de manera
continua los actos de sabotaje, las acciones armadas, ataques selectivos, la
insurrección de grupos rebeldes, la infiltración en los movimiento de masas
como en los órganos de los estados, buscando sostenidamente la
desestabilización y el desgaste de aquellos gobiernos que transitan procesos independientes
al capital financiero internacional y sus trasnacionales, y fundamentalmente a
contramano de los intereses del complejo empresarial-militar norteamericano e
israelí.
El eje de la resistencia en Oriente Medio, y los gobiernos y
pueblos de Nuestra América, particularmente aquellos que impulsamos la
Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA) en la lucha contra la pobreza
y la exclusión social, enfrentamos un enemigo en común.
Sin arriesgarse, de momento, a una guerra generalizada, el
capital trasnacional persigue la liberalización absoluta del comercio de bienes
y servicios e inversiones, desde allí que las potencias occidentales tratan de
lograr sus objetivos estratégicos a través de implosiones internas, impostando
grupos armados, inyectando y financiando a sectores políticos y sociales
opositores, como así también a los circuitos de la economía criminal,
narcotráfico, redes de trata y tráfico de armas, sosteniendo paralelamente
usinas de propaganda y guerra psicológica sobre la población mundial, a fin de
generar corrientes de opinión favorables a sus planes.
Las tácticas de guerra no convencional se caracterizan por
la intervención en los territorios de fuerzas impostadas desde otros países y
vinculadas a los circuitos de la economía criminal que alimentan los principales
ingresos de la economía global del capital financiero internacional.
Promocionados por las clases dominantes nativas y el capital
trasnacional, en nuestro continente se articulan grupos paramilitares,
narcotraficantes y sectores civiles, junto a sectores políticos opositores
buscando condicionar, o directamente derrocar a los gobiernos que han osado
transitar durante los últimos años un camino de integración hacia la
emancipación de nuestros pueblos.
Particularmente en nuestro país, cabe recordar, que estas
fuerzas de ocupación tienen su caldo de cultivo en las redes del narcotráfico y
la trata, en las bandas armadas de los feudos provinciales, y en los grupos de
choque surgidos desde experiencias sociales y sindicales, que conducidos por
los sectores tradicionales de la política generan los escenarios propicios para
golpear selectivamente a referentes campesinos e indígenas, sociales y
políticos que expresan la resistencia local a los intereses globales del
apartheid planetario en el que pretenden sumirnos las potencias arrogantes.
Los planes de occidente para Oriente medio y Asia,
asesinatos en masa contra civiles,
minorías religiosas, académicos y destrucción de lugares de culto, entre
otras acciones criminales, expresan los entramados de “la pequeña guerra” y sus
tácticas no convencionales de intervención,
conjugando elementos tradicionales con nuevas aplicaciones en la
geografía donde se sostienen las principales resistencias a este modelo
depredador de la vida.
Entre las acciones promovidas desde tácticas no
convencionales debemos considerar algunas de las que se han venido sosteniendo
en la actualidad, en mayor o en menor medida, tanto en Oriente Medio como en
Nuestra América, la profesora y escritora venezolana Yury Weky, señala:
• Rebaja los estándares de la vida civil a través de
prácticas perversas e inhumanas (escasez de productos de consumo diario y
tecnológico), resultando más económicas para los agresores ya que se reducen
gastos extremos que ocasionan los combates, invasiones y enfrentamiento entre
ejércitos.
• Guerra mediática para desprestigiar y justificar las
acciones injerencistas: campañas internacionales y nacionales sobre la
inseguridad, y de supuestas violaciones a los derechos humanos.
• Utilización de un gran aparato financiero que subvenciona
los actos callejeros, de terrorismo urbano o contra bienes de las naciones y
las empresas de información.
• Apoyo a sectores militares y civiles opositores, y en
muchos casos impostados en las geografías, a quienes se los financia e instruye
en cursos para la elaboración de bombas, uso de armamentos, ataques urbanos.
• Instalación del miedo
en la población civil a través de las campañas mediáticas, generando un
clima de desconfianza y desesperanza sobre las actuaciones del gobierno en la
población del país objeto de la guerra no convencional.
• Acciones insurreccionales, con significativa participación
civil en la generación de los conflictos como víctimas de los mismos.
• Creación de un estado de conflictividad civil permanente para
el quiebre moral de los partidarios del modelo de Estado.
• Violación de los derechos humanos de la población,
infringiendo incluso acuerdos y derechos internacionales.
• Ejercicios de campaña subliminal promocionando la
intervención de las grandes potencias, particularmente los EEUU, y su
legitimación a través de OTAN, Naciones Unidas y organismos por el estilo.
• Técnicas del rumor en conglomerados urbanos, calles, metros,
salas de espera de clínicas, hospitales, abastos y centros comerciales.
• Uso de redes sociales con fines desestabilizadores, de
propaganda y reclutamiento.
• Guerra económica.
• Penetración en pueblos y comunidades desde aspectos:
a) religiosos
b) humanitarios
c) económicos (con la directa intervención de grupos
internacionales, como ONG y otras)
d) fomentando epidemias por virus o bacterias mutadas.
e) delincuencia importada, sicarios, narcotraficantes y delincuencia
organizada desde los circuitos de la economía criminal.
Una vez que los enfrentamientos civiles se complican se
impulsa la intervención de los países centrales a través de las negociaciones
de paz promueve la “comunidad internacional”, mientras se intensifica la
violencia, luego el golpe de gracia de la invasión y la guerra convencional
hasta destruir los pueblos, la población civil, su historia, su cultura.
El eje militarista sionista-americano, sostenido
ideológicamente por Europa y políticamente por las elites de las potencias
emergentes, regionales o de segundo orden, encabeza una dura y compleja crisis
civilizatoria evidenciada por el fracaso del intento de imposición del
proyecto-mundo de occidente.
La matriz cultural materialista, consumista y hedonista ha
puesto a nuestros pueblos al borde del abismo arriesgando incluso la
supervivencia de la especie con la destrucción irracional del planeta, nuestro
medio ambiente.
Crisis es la palabra que define un probable final de época:
crisis económica, financiera, política, social, inmigratoria, demográfica,
alimentaría, energética, ambiental, sanitaria.
En este marco de descomposición, las potencias arrogantes se
encierran ciegamente en sus propios intereses y van delineando un nuevo
programa de reformas agresivas que den cuenta de una realidad escandalosa: como
el sistema no puede integrar a todos, la forma de salvarlo consiste en
“achicar” el mundo, descartando a miles de millones de personas del juego del
“progreso” y la supervivencia.
Tal estrategia implica la lucha por el control de los
recursos naturales, energéticos y alimentarios, incluidos el aire y el agua,
que justifican agresiones aberrantes a los pueblos en nombre del interés
humanitario y el equilibrio internacional.
Las guerras del petróleo y el gas, más la presión sobre las
comoditties alimentarias y los avances diplomáticos para la internacionalización
del amazonas y las reservas de agua dulce entre otras, junto a la promoción de
la barbarie y el genocidio planificado como formas de control social sobre los
pobres y oprimidos del mundo, marcan el rumbo de una agenda compartida por los
países centrales.
La realidad aberrante de que el narcotráfico, el tráfico de
armas y la trata de personas, incluyendo la explotación sexual de niños y
niñas, sean los pilares más redituables del comercio internacional del mundo
“civilizado”, demuestra el escenario de perversión, decadencia y depravación
que caracteriza al actual estado de cosas.
Un frente global de las oligarquías se alza contra los
pueblos bajo intereses verdaderamente siniestros sustentados en una cultura
civilizatoria que por bárbara e irracional, es profundamente inhumana.
*Secretario General de la OLA-Organización para la
Liberación Argentina
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