domingo, 5 de octubre de 2014

La “pequeña guerra”

por A´li Rida Eric Peralta*

Oriente Medio y Nuestra América, teatro de operaciones en las acciones no convencionales de intervención imperialista.

Los ataques convencionales, bombardeos e incursiones terrestres, legitimados por la llamada comunidad internacional, son rechazados con vehemencia en distintos lugares del planeta, Pueblos y gobiernos se solidarizan y reaccionan ante la injerencia de las grandes potencias y las violaciones e intervenciones que sostienen contra la soberanía de las naciones.

El creciente desprestigio de los países centrales y los organismos internacionales que legitiman sus políticas ante los pueblos y comunidades del mundo, ha generado la sustitución, cuando les es posible la combinación, de la injerencia directa de sus fuerzas militares, por las tácticas de guerra no convencional.

En aquellos países que, contando con recursos naturales y estratégicos, se transitan procesos desde los intereses nacionales y de integración regional, administrando desde los estados los bienes energéticos, minerales, hídricos, es donde la intervención imperialista ensaya de manera continua los actos de sabotaje, las acciones armadas, ataques selectivos, la insurrección de grupos rebeldes, la infiltración en los movimiento de masas como en los órganos de los estados, buscando sostenidamente la desestabilización y el desgaste de aquellos gobiernos que transitan procesos independientes al capital financiero internacional y sus trasnacionales, y fundamentalmente a contramano de los intereses del complejo empresarial-militar norteamericano e israelí.

El eje de la resistencia en Oriente Medio, y los gobiernos y pueblos de Nuestra América, particularmente aquellos que impulsamos la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA) en la lucha contra la pobreza y la exclusión social, enfrentamos un enemigo en común.

Sin arriesgarse, de momento, a una guerra generalizada, el capital trasnacional persigue la liberalización absoluta del comercio de bienes y servicios e inversiones, desde allí que las potencias occidentales tratan de lograr sus objetivos estratégicos a través de implosiones internas, impostando grupos armados, inyectando y financiando a sectores políticos y sociales opositores, como así también a los circuitos de la economía criminal, narcotráfico, redes de trata y tráfico de armas, sosteniendo paralelamente usinas de propaganda y guerra psicológica sobre la población mundial, a fin de generar corrientes de opinión favorables a sus planes.

Las tácticas de guerra no convencional se caracterizan por la intervención en los territorios de fuerzas impostadas desde otros países y vinculadas a los circuitos de la economía criminal que alimentan los principales ingresos de la economía global del capital financiero internacional.

Promocionados por las clases dominantes nativas y el capital trasnacional, en nuestro continente se articulan grupos paramilitares, narcotraficantes y sectores civiles, junto a sectores políticos opositores buscando condicionar, o directamente derrocar a los gobiernos que han osado transitar durante los últimos años un camino de integración hacia la emancipación de nuestros pueblos.

Particularmente en nuestro país, cabe recordar, que estas fuerzas de ocupación tienen su caldo de cultivo en las redes del narcotráfico y la trata, en las bandas armadas de los feudos provinciales, y en los grupos de choque surgidos desde experiencias sociales y sindicales, que conducidos por los sectores tradicionales de la política generan los escenarios propicios para golpear selectivamente a referentes campesinos e indígenas, sociales y políticos que expresan la resistencia local a los intereses globales del apartheid planetario en el que pretenden sumirnos las potencias arrogantes.

Los planes de occidente para Oriente medio y Asia, asesinatos en masa contra civiles,  minorías religiosas, académicos y destrucción de lugares de culto, entre otras acciones criminales, expresan los entramados de “la pequeña guerra” y sus tácticas no convencionales de intervención,  conjugando elementos tradicionales con nuevas aplicaciones en la geografía donde se sostienen las principales resistencias a este modelo depredador de la vida.

Entre las acciones promovidas desde tácticas no convencionales debemos considerar algunas de las que se han venido sosteniendo en la actualidad, en mayor o en menor medida, tanto en Oriente Medio como en Nuestra América, la profesora y escritora venezolana Yury Weky, señala:

• Rebaja los estándares de la vida civil a través de prácticas perversas e inhumanas (escasez de productos de consumo diario y tecnológico), resultando más económicas para los agresores ya que se reducen gastos extremos que ocasionan los combates, invasiones y enfrentamiento entre ejércitos.

• Guerra mediática para desprestigiar y justificar las acciones injerencistas: campañas internacionales y nacionales sobre la inseguridad, y de supuestas violaciones a los derechos humanos.

• Utilización de un gran aparato financiero que subvenciona los actos callejeros, de terrorismo urbano o contra bienes de las naciones y las empresas de información.

• Apoyo a sectores militares y civiles opositores, y en muchos casos impostados en las geografías, a quienes se los financia e instruye en cursos para la elaboración de bombas, uso de armamentos, ataques urbanos.

• Instalación del miedo  en la población civil a través de las campañas mediáticas, generando un clima de desconfianza y desesperanza sobre las actuaciones del gobierno en la población del país objeto de la guerra no convencional.

• Acciones insurreccionales, con significativa participación civil en la generación de los conflictos como víctimas de los mismos.

• Creación de un estado de conflictividad civil permanente para el quiebre moral de los partidarios del modelo de Estado.

• Violación de los derechos humanos de la población, infringiendo incluso acuerdos y derechos internacionales.

• Ejercicios de campaña subliminal promocionando la intervención de las grandes potencias, particularmente los EEUU, y su legitimación a través de OTAN, Naciones Unidas y organismos por el estilo.

• Técnicas del rumor en conglomerados urbanos, calles, metros, salas de espera de clínicas, hospitales, abastos y centros comerciales.

• Uso de redes sociales con fines desestabilizadores, de propaganda y reclutamiento.

• Guerra económica.

• Penetración en pueblos y comunidades desde aspectos:

a) religiosos
b) humanitarios
c) económicos (con la directa intervención de grupos internacionales, como ONG y otras)
d) fomentando epidemias por virus o bacterias mutadas.
e) delincuencia importada, sicarios, narcotraficantes y delincuencia organizada desde los circuitos de la economía criminal.

Una vez que los enfrentamientos civiles se complican se impulsa la intervención de los países centrales a través de las negociaciones de paz promueve la “comunidad internacional”, mientras se intensifica la violencia, luego el golpe de gracia de la invasión y la guerra convencional hasta destruir los pueblos, la población civil, su historia, su cultura.

El eje militarista sionista-americano, sostenido ideológicamente por Europa y políticamente por las elites de las potencias emergentes, regionales o de segundo orden, encabeza una dura y compleja crisis civilizatoria evidenciada por el fracaso del intento de imposición del proyecto-mundo de occidente.

La matriz cultural materialista, consumista y hedonista ha puesto a nuestros pueblos al borde del abismo arriesgando incluso la supervivencia de la especie con la destrucción irracional del planeta, nuestro medio ambiente.

Crisis es la palabra que define un probable final de época: crisis económica, financiera, política, social, inmigratoria, demográfica, alimentaría, energética, ambiental, sanitaria. 

En este marco de descomposición, las potencias arrogantes se encierran ciegamente en sus propios intereses y van delineando un nuevo programa de reformas agresivas que den cuenta de una realidad escandalosa: como el sistema no puede integrar a todos, la forma de salvarlo consiste en “achicar” el mundo, descartando a miles de millones de personas del juego del “progreso” y la supervivencia.

Tal estrategia implica la lucha por el control de los recursos naturales, energéticos y alimentarios, incluidos el aire y el agua, que justifican agresiones aberrantes a los pueblos en nombre del interés humanitario y el equilibrio internacional.

Las guerras del petróleo y el gas, más la presión sobre las comoditties alimentarias y los avances diplomáticos para la internacionalización del amazonas y las reservas de agua dulce entre otras, junto a la promoción de la barbarie y el genocidio planificado como formas de control social sobre los pobres y oprimidos del mundo, marcan el rumbo de una agenda compartida por los países centrales.

La realidad aberrante de que el narcotráfico, el tráfico de armas y la trata de personas, incluyendo la explotación sexual de niños y niñas, sean los pilares más redituables del comercio internacional del mundo “civilizado”, demuestra el escenario de perversión, decadencia y depravación que caracteriza al actual estado de cosas.

Un frente global de las oligarquías se alza contra los pueblos bajo intereses verdaderamente siniestros sustentados en una cultura civilizatoria que por bárbara e irracional, es profundamente inhumana.

*Secretario General de la OLA-Organización para la Liberación Argentina







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