Por Mirta De Arriba Ibarra
¿Es la ecología moderna compatible con el pensamiento de Marx y Engels? ¿Puede concebirse una lectura ecológica de Marx? ¿Cuáles son las adquisiciones del marxismo indispensables para la constitución de un ecosocialismo a la altura de los desafíos del siglo de XXI?
Es imposible pensar una ecología crítica a la altura de los desafíos contemporáneos, sin tomar en cuenta la crítica marxista de la economía política, que pone en cuestión la lógica destructiva inducida por la acumulación ilimitada del capital.
Una ecología que ignora o desprecia al marxismo y su crítica al fetichismo de la mercancía se condena a no ser más que un correctivo de los «excesos» del productivismo capitalista.
Para los activistas ecológicos, Marx, siguiendo a Ricardo, asigna el origen de todo valor y toda riqueza al trabajo humano y desatiende la contribución de la naturaleza.
Esta crítica resulta un grave malentendido: Marx utiliza la teoría del valor-trabajo para explicar el origen del valor de cambio, del sistema capitalista. La naturaleza, por otro lado, participa en la formación de verdadera riqueza que no son los valores de cambio sino los valores de uso. Esta tesis está muy explícitamente adelantada por Marx en la Crítica del Programa de Gotha contra las ideas de Lassalle y sus discípulos: "El trabajo no es la fuente de toda la riqueza. La naturaleza es toda la fuente, tanto de valores del uso (¡que son, igualmente todos, la riqueza real!) como del trabajo, que no es más que la expresión de una fuerza natural, la fuerza de trabajo del hombre".
Los ecologista acusan a Marx y Engels de productivismo. ¿Se justifica esta imputación?
No, en la medida que nadie denunció tanto como Marx la lógica capitalista de producción para la producción, la acumulación del capital, de fortunas y de mercancías como un bien en sí mismo. La misma idea de socialismo -al contrario de su miserable caricatura burocrática- es el de una producción de valores del uso, de bienes necesarios para la satisfacción de necesidades humanas. El objetivo supremo del progreso técnico para Marx no es el crecimiento infinito de bienes ("el tener"l) sino la reducción de la jornada de trabajo, y el crecimiento del tiempo libre ("el ser").
Sin embargo, es verdad que se descubre a menudo en Marx o Engels (y todavía más en el marxismo ulterior) una postura poco crítica hacia el sistema de producción industrial creado por el capital y una tendencia a hacer del "desarrollo de las fuerzas productivas" el vector principal del progreso..
No parece extraño a Marx y Engels una noción general de los límites naturales del desarrollo de las fuerzas productivas. Se encuentra aquí o allá, como por ejemplo en este pasaje de La ideología alemana la intuición del potencial destructivo de ellas:
"En el desarrollo de las fuerzas productivas, se llega a un estadio donde nacen las fuerzas productivas y los medios de circulación que ya no puede ser más que nefastos en el cuadro de relaciones existentes que no son más fuerzas productivas, sino fuerzas destructivas (la mecanización y el dinero)."
Desgraciadamente, esta idea no es desarrollada por los dos autores, pero es pertinente suponer que la destrucción dispuesta aquí, sea también de la naturaleza.
Por otro lado, en ciertos pasajes que conciernen a la agricultura, se esboza una verdadera problemática ecológica, y una crítica radical a los desastres que resultan del productivismo capitalista.
Lo que se descubre es estos textos es una suerte de teoría de la ruptura del metabolismo entre las sociedades humanas y la naturaleza, como resultado del productivismo capitalista.
El tema de la ruptura del metabolismo se descubre también en un pasaje conocido del libro I de El Capital: la conclusión del capítulo sobre la gran industria y la agricultura. Es uno de los raros textos de Marx donde él explicita la cuestión de las devastaciones provocadas por el capital en el ambiente natural -así como una visión dialéctica de las contradicciones del "progreso" inducido por las fuerzas productivas:
"La producción capitalista... destruye no sólo la salud física del obrero urbano y la vida espiritual del trabajador rural, sino que vuelve un problema el intercambio material entre el hombre y la tierra, así como la eterna condición natural de la fertilidad duradera de la tierra, haciendo más difícil la restitución de la tierra porque los ingredientes que requiere le son quitados y usados bajo la forma de alimentos, de ropa, etc. Al transformar las condiciones en que este intercambio se ajusta espontáneamente, esta circulación se ve obligada a restablecer de una manera sistemática, bajo una forma adecuada al desarrollo humano integral y como ley reguladora de la producción social. (...) Por otro lado, cada progreso de la agricultura capitalista no sólo es un progreso en el arte de explotar al trabajador, sino también en el arte de despojar a la tierra; cada progreso en el arte para aumentar fertilidad de ella por un tiempo, es un progreso en la ruina de sus fuentes duraderas de fertilidad. Más un país, los Estados Unidos de Norteamérica, por ejemplo, se desarrolla sobre la base de la gran industria, más este proceso de destrucción se hace realidad rápidamente. La producción capitalista desarrolla la técnica y la combinación de los proceso de producción social mientras va minando , al mismo tiempo, las dos fuentes de donde sale toda riqueza: la tierra y el trabajador".
La explotación y la degradación de trabajadores y de la naturaleza son puesto aquí en paralelo, como resultado de la misma lógica depredadora, el de la gran industria y la agricultura capitalista. Es un tema que a menudo regresa en El Capital, por ejemplo en esos pasajes del capítulo sobre la jornada de trabajo: «la limitación del trabajo manufacturero ha sido dictada por la necesidad, por la misma necesidad que derramó guano sobre los campos de Inglaterra. La misma avaricia ciega que agota tierra, atacó hasta sus raíces la fuerza vital de la nación. En su pasión ciega y excesiva, en su glotonería de trabajo extraordinario, el capital no sólo pasa los límites morales, sino también el límite fisiológico extremo de la jornada de trabajo. Y se atiene a su meta abreviando la vida del trabajador, lo mismo que del agricultor, ávido de obtener de su tierra un mayor rendimiento mientras su fertilidad se agota.».
Esta asociación directa entre explotación del proletariado y la de la tierra, abre el campo de una reflexión sobre la articulación entre la lucha de clases y la lucha en defensa del ambiente, en una lucha común contra la dominación del capital.
Después del agotamiento de la tierra, el otro ejemplo de desastre ecológico sugerido por los textos de Marx y Engels citados aquí es el de la destrucción de los bosques. Aparece a menudo en El Capital: "el desarrollo de la civilización y de la industria en general siempre se muestra tan activa en la devastación de los bosques que todo lo que pueda emprenderse para su conservación y producción es completamente pequeña en comparación".
Los dos fenómenos señalados -el deterioro de los bosques y de la tierra- además se liga estrechamente en sus análisis en un pasaje de la Dialéctica de la Naturaleza, Engels menciona la destrucción de bosques cubanos por los grandes productores de café españoles y la resultante desertización de tierras como ejemplos de la actitud inmediata y depredadora la naturaleza del «actual modo de producción» y de su indiferencia por «los efectos naturales» dañinos de sus acciones a largo plazo.
Por otro lado: preside en ciertos pasajes del Anti-Dühring, donde la cuestión es la del socialismo como sinónimo de desarrollo ilimitado de fuerzas productivas: "Las fuerzas de expansión de los medios de producción tiene que hacer saltar sus cadenas con las que el modo de producción capitalista las había aprisionados. La liberación de sus cadenas es la única condición requerido para un desarrollo de fuerzas productivas ininterrumpido y siempre progresando a un ritmos cada vez más rápidos, y por tanto, para un crecimiento sin límites de la producción”.
Por eso se dice que el problema del ambiente está ausente de esta concepción del pasaje al socialismo.
Sin embargo, algunos pasajes de Marx parecen considerar la conservación del ambiente natural como una tarea fundamental del socialismo. Por ejemplo, el volumen III de El Capital opone a la lógica capitalista de la gran producción agrícola, fundada en la explotación y el agotamiento de las fuerzas de la tierra, otra lógica, de naturaleza socialista: "el tratamiento conscientemente racional de la tierra como propiedad comunal eterna, y como condición inalienable de la existencia y de la reproducción de la cadena de generaciones humanas sucesivas". Un razonamiento análogo se descubre algunas páginas más adelante: "Incluso una sociedad entera, una nación, en fin, todas las sociedades contemporáneas juntas, no son dueñas de la tierra. Ellos sólo la ocupan, los usufructuarios , y ellos deben, como bonis patres familias (el buen padre de familia), de dejar en buen estado a las generaciones futuras".
El ecosocialismo implica un radicalización de la ruptura con la civilización material capitalista. En esta perspectiva, el proyecto socialista apunta no sólo una nueva sociedad y a un nuevo modo de producción, sino también a un nuevo paradigma de civilización.
¿Es la ecología moderna compatible con el pensamiento de Marx y Engels? ¿Puede concebirse una lectura ecológica de Marx? ¿Cuáles son las adquisiciones del marxismo indispensables para la constitución de un ecosocialismo a la altura de los desafíos del siglo de XXI?
Es imposible pensar una ecología crítica a la altura de los desafíos contemporáneos, sin tomar en cuenta la crítica marxista de la economía política, que pone en cuestión la lógica destructiva inducida por la acumulación ilimitada del capital.
Una ecología que ignora o desprecia al marxismo y su crítica al fetichismo de la mercancía se condena a no ser más que un correctivo de los «excesos» del productivismo capitalista.
Para los activistas ecológicos, Marx, siguiendo a Ricardo, asigna el origen de todo valor y toda riqueza al trabajo humano y desatiende la contribución de la naturaleza.
Esta crítica resulta un grave malentendido: Marx utiliza la teoría del valor-trabajo para explicar el origen del valor de cambio, del sistema capitalista. La naturaleza, por otro lado, participa en la formación de verdadera riqueza que no son los valores de cambio sino los valores de uso. Esta tesis está muy explícitamente adelantada por Marx en la Crítica del Programa de Gotha contra las ideas de Lassalle y sus discípulos: "El trabajo no es la fuente de toda la riqueza. La naturaleza es toda la fuente, tanto de valores del uso (¡que son, igualmente todos, la riqueza real!) como del trabajo, que no es más que la expresión de una fuerza natural, la fuerza de trabajo del hombre".
Los ecologista acusan a Marx y Engels de productivismo. ¿Se justifica esta imputación?
No, en la medida que nadie denunció tanto como Marx la lógica capitalista de producción para la producción, la acumulación del capital, de fortunas y de mercancías como un bien en sí mismo. La misma idea de socialismo -al contrario de su miserable caricatura burocrática- es el de una producción de valores del uso, de bienes necesarios para la satisfacción de necesidades humanas. El objetivo supremo del progreso técnico para Marx no es el crecimiento infinito de bienes ("el tener"l) sino la reducción de la jornada de trabajo, y el crecimiento del tiempo libre ("el ser").
Sin embargo, es verdad que se descubre a menudo en Marx o Engels (y todavía más en el marxismo ulterior) una postura poco crítica hacia el sistema de producción industrial creado por el capital y una tendencia a hacer del "desarrollo de las fuerzas productivas" el vector principal del progreso..
No parece extraño a Marx y Engels una noción general de los límites naturales del desarrollo de las fuerzas productivas. Se encuentra aquí o allá, como por ejemplo en este pasaje de La ideología alemana la intuición del potencial destructivo de ellas:
"En el desarrollo de las fuerzas productivas, se llega a un estadio donde nacen las fuerzas productivas y los medios de circulación que ya no puede ser más que nefastos en el cuadro de relaciones existentes que no son más fuerzas productivas, sino fuerzas destructivas (la mecanización y el dinero)."
Desgraciadamente, esta idea no es desarrollada por los dos autores, pero es pertinente suponer que la destrucción dispuesta aquí, sea también de la naturaleza.
Por otro lado, en ciertos pasajes que conciernen a la agricultura, se esboza una verdadera problemática ecológica, y una crítica radical a los desastres que resultan del productivismo capitalista.
Lo que se descubre es estos textos es una suerte de teoría de la ruptura del metabolismo entre las sociedades humanas y la naturaleza, como resultado del productivismo capitalista.
El tema de la ruptura del metabolismo se descubre también en un pasaje conocido del libro I de El Capital: la conclusión del capítulo sobre la gran industria y la agricultura. Es uno de los raros textos de Marx donde él explicita la cuestión de las devastaciones provocadas por el capital en el ambiente natural -así como una visión dialéctica de las contradicciones del "progreso" inducido por las fuerzas productivas:
"La producción capitalista... destruye no sólo la salud física del obrero urbano y la vida espiritual del trabajador rural, sino que vuelve un problema el intercambio material entre el hombre y la tierra, así como la eterna condición natural de la fertilidad duradera de la tierra, haciendo más difícil la restitución de la tierra porque los ingredientes que requiere le son quitados y usados bajo la forma de alimentos, de ropa, etc. Al transformar las condiciones en que este intercambio se ajusta espontáneamente, esta circulación se ve obligada a restablecer de una manera sistemática, bajo una forma adecuada al desarrollo humano integral y como ley reguladora de la producción social. (...) Por otro lado, cada progreso de la agricultura capitalista no sólo es un progreso en el arte de explotar al trabajador, sino también en el arte de despojar a la tierra; cada progreso en el arte para aumentar fertilidad de ella por un tiempo, es un progreso en la ruina de sus fuentes duraderas de fertilidad. Más un país, los Estados Unidos de Norteamérica, por ejemplo, se desarrolla sobre la base de la gran industria, más este proceso de destrucción se hace realidad rápidamente. La producción capitalista desarrolla la técnica y la combinación de los proceso de producción social mientras va minando , al mismo tiempo, las dos fuentes de donde sale toda riqueza: la tierra y el trabajador".
La explotación y la degradación de trabajadores y de la naturaleza son puesto aquí en paralelo, como resultado de la misma lógica depredadora, el de la gran industria y la agricultura capitalista. Es un tema que a menudo regresa en El Capital, por ejemplo en esos pasajes del capítulo sobre la jornada de trabajo: «la limitación del trabajo manufacturero ha sido dictada por la necesidad, por la misma necesidad que derramó guano sobre los campos de Inglaterra. La misma avaricia ciega que agota tierra, atacó hasta sus raíces la fuerza vital de la nación. En su pasión ciega y excesiva, en su glotonería de trabajo extraordinario, el capital no sólo pasa los límites morales, sino también el límite fisiológico extremo de la jornada de trabajo. Y se atiene a su meta abreviando la vida del trabajador, lo mismo que del agricultor, ávido de obtener de su tierra un mayor rendimiento mientras su fertilidad se agota.».
Esta asociación directa entre explotación del proletariado y la de la tierra, abre el campo de una reflexión sobre la articulación entre la lucha de clases y la lucha en defensa del ambiente, en una lucha común contra la dominación del capital.
Después del agotamiento de la tierra, el otro ejemplo de desastre ecológico sugerido por los textos de Marx y Engels citados aquí es el de la destrucción de los bosques. Aparece a menudo en El Capital: "el desarrollo de la civilización y de la industria en general siempre se muestra tan activa en la devastación de los bosques que todo lo que pueda emprenderse para su conservación y producción es completamente pequeña en comparación".
Los dos fenómenos señalados -el deterioro de los bosques y de la tierra- además se liga estrechamente en sus análisis en un pasaje de la Dialéctica de la Naturaleza, Engels menciona la destrucción de bosques cubanos por los grandes productores de café españoles y la resultante desertización de tierras como ejemplos de la actitud inmediata y depredadora la naturaleza del «actual modo de producción» y de su indiferencia por «los efectos naturales» dañinos de sus acciones a largo plazo.
Por otro lado: preside en ciertos pasajes del Anti-Dühring, donde la cuestión es la del socialismo como sinónimo de desarrollo ilimitado de fuerzas productivas: "Las fuerzas de expansión de los medios de producción tiene que hacer saltar sus cadenas con las que el modo de producción capitalista las había aprisionados. La liberación de sus cadenas es la única condición requerido para un desarrollo de fuerzas productivas ininterrumpido y siempre progresando a un ritmos cada vez más rápidos, y por tanto, para un crecimiento sin límites de la producción”.
Por eso se dice que el problema del ambiente está ausente de esta concepción del pasaje al socialismo.
Sin embargo, algunos pasajes de Marx parecen considerar la conservación del ambiente natural como una tarea fundamental del socialismo. Por ejemplo, el volumen III de El Capital opone a la lógica capitalista de la gran producción agrícola, fundada en la explotación y el agotamiento de las fuerzas de la tierra, otra lógica, de naturaleza socialista: "el tratamiento conscientemente racional de la tierra como propiedad comunal eterna, y como condición inalienable de la existencia y de la reproducción de la cadena de generaciones humanas sucesivas". Un razonamiento análogo se descubre algunas páginas más adelante: "Incluso una sociedad entera, una nación, en fin, todas las sociedades contemporáneas juntas, no son dueñas de la tierra. Ellos sólo la ocupan, los usufructuarios , y ellos deben, como bonis patres familias (el buen padre de familia), de dejar en buen estado a las generaciones futuras".
El ecosocialismo implica un radicalización de la ruptura con la civilización material capitalista. En esta perspectiva, el proyecto socialista apunta no sólo una nueva sociedad y a un nuevo modo de producción, sino también a un nuevo paradigma de civilización.
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