El carácter decadente de la civilización occidental, la magnitud de la actual crisis del orden internacional, y la necesidad y posibilidad evidentes de orientar el presente y el futuro de la humanidad bajo otros paradigmas y proyectos, nos hace seguir de cerca las principales resistencias que en el mundo se dan a este modelo civilizatorio que expresa la razón de ser del propio capitalismo, como parte de un proceso general de decadencia y descomposición orgánica de la sociedad moderna y la consecuente elección de “occidente”, es decir, su conformación civilizatoria, cultural, como modelo organizador de las sociedades y la vida.
OLA-Organización para la Liberación Argentina
Amenazando extorsivamente a todos los pueblos del mundo y a la existencia de la humanidad misma, con la combinación de una especie de mutación cancerígena cultural y el genocidio abierto, Occidente exhibe el fracaso en garantizarse su propia autosustentabilidad en relación fructífera con el resto de las civilizaciones y culturas.
En esta etapa superior, utiliza las herramientas que le brinda su actual hegemonía económica, política y militar, de la cual surgen proyectos de una irracionalidad manifiesta.
Precisamente el “choque de civilizaciones”, a diferencia del que postulan sus promotores fascistas, consiste en la confrontación de occidente contra el resto de la humanidad, encaminándose principalmente contra aquellas expresiones de resistencia cultural y espiritual que se niegan saludablemente a verse reducidas miserablemente al papel de sostén, como convidada de piedra, del “estilo de vida” de una raquítica y enfermiza minoría de la población mundial.
La diversidad de tradiciones, culturas y civilizaciones existentes en el planeta, con sus riquezas y aportes, son innumerables, desde allí que los pueblos del mundo que resisten la arrogancia imperialista, en especial aquellos que llevan en sus entrañas propuestas culturales y civilizatorias independientes y propositivas fundamentales para la convivencia armónica de los pueblos y la construcción de una humanidad feliz, autoconsciente, solidaria, libre y plena, sean golpeados selectivamente por la agresión sostenida de las potencias occidentales.
Dos experiencias insustituibles a la hora de hablar de esta resistencia son la revolución islámica y la revolución indígena, estos procesos populares, de resistencia y revolución, espiritualidad y sacrificio son quizás las que más claramente expresan la oposición por el vértice a los modelos de sociedad de consumo en todas sus variantes ofrecidos por occidente. Son, más allá de consideraciones de valoración individuales, los puntos de inflexión en el profundo terreno de la cultura en la lucha contra el imperialismo en nuestros días; y a su vez, tienen la capacidad de irradiar y contagiar a través de su ejemplo, nuevas búsquedas de construcción y reconstrucción de identidades culturales nacionales y sociales, así como en la revaloración de la dimensión espiritual de la naturaleza humana.
Esto no quiere decir que solo se encuentren valores positivos en las cosmovisiones indígenas o islámicas, pero sí que bajo las condiciones políticas y estratégicas por la que atraviesa el mundo, estas son las que ofrecen mayores posibilidades de rescate de todas las culturas populares en su conjunto. Por otro lado, estos sistemas de valores consisten en propuestas civilizatorias integrales, por lo que resulta impracticable la gestión de un “recorte y pegue” de valores y conductas, constituyéndose en sistemas cerrados que se autorregulan y se autoexplican. De ahí que se torna fundamental bregar por entender toda su magnitud, sosteniendo que ningún esfuerzo por su promoción y desarrollo es suficiente, en una etapa en que la humanidad ha de encaminarse a dar pelea por su sobrevivencia o perecer en su exterminio.
Es en el carácter promotor y articulador sociocultural donde debe buscarse el centro de gravedad hacia las nuevas experiencias políticas revolucionarias, y no en las búsquedas de “síntesis” forzadas de una supuesta nueva y superadora cultura universal a la manera en que occidente fundamenta su reaccionario mesianismo criminal.
Sin embargo los obstáculos más profundos para la batalla cultural contra occidente y su matriz materialista no se encuentran en el nivel de la estructura de poder de las clases dominantes, si bien allí anidan las herramientas de combate fundamentales de nuestro enemigo, su centro de gravedad está en la sociedad misma y fundamentalmente en la subcultura realmente existente y en desarrollo, sobre todo con afecciones profundas en los sectores oprimidos y excluidos de las grandes concentraciones urbanas.
En la necesaria y radical transformación sociocultural de las masas culturalmente devaluadas por dualidades obscenas y corrompidas por los antivalores del occidente marginal, están las tareas revolucionarias elementales de lo que debe ser la propuesta fundacional hacia un nuevo modelo civilizatorio.
En estos términos podemos afirmar, que la dinámica misma de la constitución cultural y tradicional de las principales expresiones de la resistencia islámica en Oriente Medio, como así también del indigenismo Nuestro Americano, sus cosmovisiones, cosmovivencias, son una radiación cierta sobre pueblos y comunidades que sufren el desgarramiento de la vida comunal y la descomposición de sus individuos.
La lucha cultural en la perspectiva de una revolución de los valores, como base indispensable para experiencias revolucionarias y de profunda transformación que necesitan nuestras sociedades, debe poner sus principales esfuerzos en armonizar los procesos de lucha cultural y lucha político-social, en un ambiente político y cultural por demás desfavorable, en el que este aspecto, el cultural, es por lejos el más desfavorable.
Por eso nuestra lucha, la de pueblos y comunidades, debe orientarse necesariamente y en primerísimo lugar, desde el aspecto político en el que se cuentan con experiencias inmediatas exitosas y progresivamente socialmente legalizadas que permiten poner en discusión el poder de la cultura como instrumento de realización.
Son incontrastables para la realidad y el peligro inminente que atraviesa el mundo actual, las experiencias más profundas de resistencia cultural y espiritual comunales sostenidas en Oriente Medio y Nuestra América, de allí que la revolución y resistencia islámicas son el detonante fundamental de la crisis de occidente y el liderazgo sionista-americano, y la revolución y resistencia indígena son el dato “nuevo” de la realidad política popular del continente.
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