Tradiciones ancestrales erguidas desde una espiritualidad del sacrificio, pueblos y comunidades resistiendo su desintegración, la descomposición del ser humano y la destrucción de su medio; quiebre civilizatorio integral, que incluye factores ambientales, climáticos, energéticos, hídricos, alimenticios, pero también, y este es el daño más grande, espirituales y morales.
Asistimos a un probable final de época, al agotamiento de un
modelo de organización económica, productiva y social, con sus respectivas
expresiones en el ámbito ideológico, simbólico y cultural.
Valorizando las más variadas gamas de experiencias humanas,
el sociólogo Boaventura de Sousa Santos ha desarrollado una “Sociología de las
Emergencias” afirmando, entre otras razones, que “los fenómenos climáticos
extremos se repiten cada vez con mayor frecuencia y gravedad. Prueba de ello
son las sequías, las inundaciones, la crisis alimentaria, la especulación con
productos agrícolas, la escasez creciente de agua potable, el uso de terrenos
agrícolas para agrocombustibles, la deforestación de bosques. Poco a poco se va
constando que los factores de la crisis están cada vez más articulados y son,
en última instancia, manifestaciones de la misma crisis, que por sus
dimensiones se presenta como crisis civilizatoria. Todo está relacionado: la
crisis alimentaria, la ambiental, la energética, la especulación financiera
sobre las commodities y los recursos naturales, la apropiación y concentración
de tierra, la expansión desordenada de la frontera agrícola, la voracidad de la
explotación de los recursos naturales, la escasez de agua potable y su
privatización, la violencia en el campo, la expulsión de poblaciones de sus
tierras ancestrales para dar paso a grandes infraestructuras y megaproyectos,
las enfermedades inducidas por la dramática degradación ambiental, con mayor
incidencia de cáncer en determinadas zonas rurales, los organismos modificados
genéticamente, el consumo de agrotóxicos”.
Las guerras del petróleo y el gas, más la presión sobre las
comoditties alimentarias y los avances diplomáticos para la
internacionalización del amazonas y las reservas de agua dulce entre otras,
junto a la promoción de la barbarie y el genocidio planificado como formas de
control social sobre los pobres y oprimidos del mundo, marcan el rumbo de una
agenda compartida por los países centrales.
La realidad aberrante de que el narcotráfico, el tráfico de
armas y la trata de personas, incluyendo la explotación sexual de niños y
niñas, sean los pilares más redituables del comercio internacional del mundo
“civilizado”, demuestra el escenario de perversión, decadencia y depravación
que caracteriza al actual estado de cosas.
La situación actual es parte de un proceso general de
decadencia y descomposición orgánica de la sociedad moderna y la consecuente
elección de “occidente”, es decir, su conformación civilizatoria, cultural, expresada
al extremo en el materialismo, el consumismo y el individualismo manifiesto más
exacerbado, exigiendo, por su agresividad y daño para nuestros pueblos y
comunidades, respuestas integrales al
desafío planteado, aun así la humanidad podrá salir de esta crisis
civilizatoria integral no sin grandes costos.
Sin olvidar que las dinámicas y acciones sostenidas en
términos estratégicos se circunscribe formal y materialmente a la
“jurisdicción” del movimiento nacional-popular de Nuestra América,
primariamente argentino, y a las formas en que occidente institucionaliza su
proyecto de dominación en el continente y nuestro país; esta lucha es hoy una
realidad más allá de nuestras propias narices, y se desparrama por todas las
geografías y pueblos del mundo sobre las que el pensamiento único de la
sociedad moderna ha difundido su racionalidad criminal.
Por ello es inútil a esta altura del partido, desconocer la
existencia de un “choque de civilizaciones”, que a diferencia del que postulan
sus promotores fascistas, consiste en la confrontación de occidente contra el
resto de la humanidad, que se niega saludablemente a verse reducida
miserablemente al papel de sostén, como convidada de piedra, del “estilo de
vida” de una raquítica y enfermiza minoría de la población mundial.
El fracaso de Occidente en garantizarse su propia
autosustentabilidad en relación fructífera con el resto de las civilizaciones y
culturas, lo ha llevado a esta etapa superior, en la que amenaza extorsivamente
a todos los pueblos del mundo y a la existencia de la humanidad misma, con la
combinación de una especie de mutación cancerígena cultural y el genocidio
abierto.
A disposición de este plan utiliza las herramientas que le
brinda su actual hegemonía económica, política y militar, de la cual surgen
proyectos de una irracionalidad fascista manifiesta, convirtiendo al mundo
entero en su “espacio vital”.
La intervenciones y acciones sostenidas por la entidad
sionista con la ocupación de Palestina y la masacre sostenida contra su
población, los ataques combinados a la perfección con los grupos terroristas
del ISIS y al Nusra en la pretendida injerencia en Líbano y Siria, así como las
resientes declaraciones del jefe del Estado Mayor de Israel, Benny Gantz, quien
ha anunciado que podría lanzar en Líbano una operación militar similar a la de
Gaza, además de mencionar a Egipto, Siria e Irán como enemigos en cuyo
territorio no descarta "actuar", expresan también la estrategia
imperialista en Oriente Medio y el papel del sionismo en particular.
Los terroristas del Frente al Nusra y el Estado Islámico y
su pretendida ocupación de los territorios donde se desarrollan las principales
expresiones de la resistencia a los planes de occidente para Oriente Medio y
Asia, expresan con sus blancos y métodos elegidos: asesinatos en masa contra
civiles, minorías religiosas, académicos
y destrucción de lugares de culto, la afinidad de estas bandas criminales con
los planes de Estados Unidos, Israel y las potencias que los secundan, buscan
encaminarse abiertamente contra el eje de la resistencia a los planes
occidentales que desde hace cuatro décadas representa el Irán revolucionario, resistencia
expresada fundamentalmente en el apoyo que la República Islámica ha manifestado
con las fuerzas patrióticas sirias, la organización libanesa de Hezbollah, y en
el sostén de todas las expresiones de la resistencia, incluido Hamas y el Yihad
Islámico en Palestina.
Los grupos integrados por mercenarios y sicarios financiados
y entrenados por las grandes potencias que actúan en Oriente Medio, a ojos
vista, seguirán sosteniendo la injerencia del imperialismo a como dé lugar,
fuerzas impostadas desde otros países y vinculadas a los circuitos de la
economía criminal como el narcotráfico, las redes de trata y el tráfico de
armas, circuitos que alimentan los principales ingresos de la economía global
del capital financiero internacional y que expresan la descomposición de los
sectores con los que el imperio articula su genocidio abierto.
De igual manera la región de Abya Yala, Nuestra América, va
registrando revueltas, e insurrecciones con acciones de sabotajes y ataques
selectivos, promocionados por las clases dominantes nativas y el capital
trasnacional, articulando grupos paramilitares, narcotraficantes y sectores
civiles, que junto a sectores políticos opositores buscan condicionar, o
directamente derrocar a los gobiernos que en el continente han osado transitar
durante los últimos años un camino de integración hacia la emancipación de
nuestros pueblos, sobre todo aquellos que sosteniendo tradiciones ancestrales expresan
torrentes civilizatorios opuestos en el vértice al occidente senil.
En nuestro país, estas fuerzas de ocupación tienen su caldo
de cultivo en las redes criminales del narcotráfico y la trata, en las bandas
armadas de los feudos provinciales, y en los grupos de choque surgidos desde
experiencias sociales y sindicales, que conducidos por los sectores
tradicionales de la política generan los escenarios propicios para golpear
selectivamente a referentes campesinos e indígenas, sociales y políticos que expresan
la resistencia local a los intereses globales del apartheid planetario en el
que pretenden sumirnos las potencias occidentales.
Como consecuencia de esta voluntad, y ante la extensión y
peligrosidad del enemigo, la lucha en esta región está indisolublemente ligada al destino de todos
los pueblos del mundo, y es deber estratégico por lo tanto, construir lazos de
amistad, integración y asistencia mutua con todos los pueblos que resisten al
imperialismo, en especial con aquellos que llevan en sus entrañas propuestas
culturales y civilizatorias independientes y propositivas fundamentales para la
convivencia armónica de los pueblos y la construcción de una humanidad feliz,
autoconsciente, solidaria, libre y plena.
La diversidad de tradiciones, culturas y civilizaciones
existentes, con sus riquezas y aportes, son innumerables, conformando en su
conjunto un verdadero tesoro para la humanidad, del cual occidente puede tan
solo reclamar como propia una moneda.
Muchas de ellas han sido truncadas trágicamente en su
desarrollo por la pretensión criminal occidental de supremacía, otras, han
sobrevivido con duras luchas y se han desenvuelto de manera independiente.
Algunas, profundamente arraigadas en la vida, al corazón y la razón de los
pueblos, y tras largos y duros períodos de resistencia, han sobrevivido gracias
a métodos de ocultamiento como el disimulo, aparentando superficialmente la
aceptación de pautas culturales impuestas y extrañas, liberando en la intimidad
comunitaria torrentes civilizatorios y espirituales.
En términos políticos concretos, en nuestra actualidad,
existen dos experiencias insustituibles a la hora de hablar de esta
resistencia: la revolución islámica y la revolución indígena de la Abya Yala,
nuestro continente.
Ambas resultan en procesos populares, de resistencia y
revolución, opuestas por el vértice a los modelos de sociedad de consumo en
todas sus variantes ofrecidos por occidente. Son objetivamente, es decir, más
allá de consideraciones de valoración individuales, los puntos de inflexión en
el profundo terreno de la cultura en la lucha contra el imperialismo en
nuestros días; y a su vez, tienen la capacidad de irradiar y contagiar a través
de su ejemplo, nuevas búsquedas de construcción y reconstrucción de identidades
culturales nacionales y sociales, así como en la revaloración de la dimensión
espiritual de la naturaleza humana.
Al caracterizarse por la búsqueda abierta, responsable y
respetuosa del conocimiento en el marco del diálogo de culturas, estas
propuestas civilizatorias están en condiciones ciertas de promover y acompañar
los procesos de resurgimiento e integración, libres y soberanos de los pueblos.
Un nuevo modelo civilizatorio a contramano de occidente ya
está en marcha desde las cosmovisiones indígenas de la región de Abia Yala, y
desde la espiritualidad y valores que sostienen otras tradiciones en el mundo,
como el Islam, tan caro culturalmente a las potencias arrogantes.
El proyecto revolucionario del siglo XXI debemos concebirlo
como algo no meramente materialista, la crisis de valores que desgarra a
nuestras sociedades, con su consecuente consumismo y vicios se resolverá solo
si la batalla que damos atraviesa nuestros corazones, nuestra cotidianidad y
por supuesto nuestras organizaciones.
Sin dudas lo que genera la lucha y resistencia indígenas en
el continente nos interpela, nos obliga a sostener con el cuero esa dignidad
ancestral, la defensa de la tierra y territorios, el sostenimiento de sus
estructuras tradicionales de organización, como autoridades ancestrales y sistemas
jurídicos propios de los pueblos, es continuidad de históricas luchas, tierra y
vida del sueño que nos contiene, y por el que, abnegadamente y con espíritu de
sacrificio, se da pelea.
*Secretario General de la OLA-Organización para la
Liberación Argentina.
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