El 7 de Septiembre de 1970 en William Morris, Pcia de Buenos
Aires, morían en combate Abal Medina y Carlos Gustavo Ramus. Desde entonces, la
militancia reconoce al 7 de septiembre como el Día del Montonero
Cuando un revolucionario ha caído a poco de comenzar su
lucha, cuando un hombre ha muerto a los 22 años de edad, hay una sola forma
correcta de valorar su aporte concreto a la guerra popular. A partir de las
acciones realizadas y de las instancias organizativas promovidas, rescatar lo
esencial de su proyecto político. En el caso de Fernando Abal Medina, esto no
sólo es perfectamente posible, sino que, los rasgos esenciales de su concepción
revolucionaria tienen una absoluta vigencia, como necesidad para la Argentina
de hoy.
Fernando Abal Medina, era un claro y típico exponente de un
militante revolucionario en un país semi-colonial. Su antidogmatismo, su
heterodoxia ideológica, fruto de las distintas vertientes de su formación
política, lo hacían naturalmente abierto a la comprensión de las formas
específicas que los caminos de la liberación planteaban a los argentinos al fin
de la década del 60. Su formación nacionalista le habla permitido la
comprensión del pasado argentino y el rescate de una línea histórica de
resistencia nacional representada por las montoneras del siglo XIX.
También eran claras en él la influencia de John William
Cooke, al remarcar la potencialidad revolucionaria del peronismo, y de Juan
García Elorrio, con el aporte del cristianismo camilista, forma de acceder al
vasto mundo guevariano.
De esta amalgama ideológica, fraguada en el contacto con los
sectores revolucionarios del peronismo (donde no hay que olvidar en aquel
momento a la CGT Argentinos) y sus naturales condiciones de jefe, va
perfilándose el futuro conductor de Montoneros. Para una correcta
caracterización del mismo, debemos señalar como rasgos distintivos de su
personalidad, su audacia sin límites y su voluntarismo ascendrado, que lo
llevan a plantearse como posibles, acciones hasta entonces calificadas como
utópicas.
Avanzando en el análisis, a partir de esta caracterización
personal de Abal, podemos entonces preguntarnos cual era su proyecto político y
que es lo que sobrevive del mismo, como necesidad de asunción expresa para la
adopción de una clara línea por parte del campo revolucionario del Peronismo.
Debemos ubicarnos en el momento político en que se da la
participación activa de Fernando Abal Medina. Son los momentos de mayor vacío
político consecuencia del onganiato. La combatividad popular se encuentra
totalmente adormecida. La burocracia sindical, con el claro proyecto de
participacionismo, hace cola en las antesalas de la casa de gobierno de la mano
de San Sebastián, para entregarse en brazos de la llamada revolución argentina.
Perón, aislado en Madrid, no tiene juego político, y las bases peronistas, el
pueblo trabajador no encuentra forma de expresión. El peronismo se encuentra
acampado a la sombra de su Líder, y nada ni nadie parece encontrar el camino
que revitalice las posibilidades revolucionarias.
Desde ya, que pequeños sectores del campo revolucionario, se
plantean cumplir ese rol protagonico, sin que sus proyectos alcancen para
transformar la realidad. La C.G.T.A. con Ongaro a la cabeza, en tanto enmarca
su acción dentro del campo limitado del sindicalismo, limita su accionar a una
labor de concientización. Las Fuerzas Armadas Peronostas, tras su experiencia
de foco rural, se replantea su metodología de lucha, sin que su concreto operar
altere la siesta colonial que vive la Argentina. Posteriormente al Cordobazo,
esa impensa eclosión popular, demostró el grado de combatividad latente de las
masas. Ese tremendo golpe espontaneísta a las estructuras del Sistema,
constituyó sin lugar a dudas, una apelación a la conciencia de los
revolucionarios argentinos de colocarse a la altura de las exigencias y al
nivel de nuestro pueblo.
Fernando Abal Medina aceptó el desafío. Entre la posibilidad
que ofrecía el Movimiento Peronista en su realidad institucional —de integrarse
a la política de conjunto, acompañando el proyecto de la burocracia— o plantear
un proyecto alternativo revolucionario, el de las bases, el del peronismo real,
Fernando Abal Medina opta por este último. Poco le importó que no se ajustara
al metro patrón de la ortodoxia de los mediocres, que fuera calificado de
descolgado o acusado de quedar al margen del Movimiento. Así nace Montoneros.
De ahí surge el ajusticiamiento de Aramburu, de allí parte La Calera.
Detengámonos un momento en el Aramburazo, en su implicancia
política coyuntural, apartándonos de su enorme significación, de reivindicación
popular, de acto de justicia histórica. Implicó, la transformación más radical
del curso natural de los acontecimientos políticos. Fue patear el tablero,
transformar la realidad en la mas pura acepción revolucionaria, a partir de una
clara voluntad de incidir sobre la misma de una lucida percepción de los hechos
que producían una inmediata identificación popular, que los reconocían como
parte de su lucha, y de una profunda fe, en el grado de conciencia de las
masas.
Ese es en esencia el proyecto político de Fernando Abal
Medina, que rescatamos. Sus pautas esenciales, podemos sintetizarlas en:
1.— Asunción de la guerra popular
2.— Adopción de la lucha armada como la metodología que hace
viable esa guerra popular, mediante formas organizativas superiores.
3.— Absoluta intransigencia con el Sistema.
4.— Incansable voluntad de transformar la realidad.
5.— Identificación de la burocracia, como formando ' parte
del campo contrarrevolucionario.
6— Entronque efectivo en las luchas del pueblo
7.— Confianza ilimitada en la potencialidad revolucionaria
de la clase trabajadora peronista.
8.— Decisión de luchar hasta el costo de la propia vida
Esto es lo importante. Si Fernando no veía claro si
correspondía definirse como brazo armado, foco irradiador de conciencia, u
organización revolucionaria de masas. Eso hace mas a la discusión teórica
posterior, que a la puesta en marcha de un proyecto político auténticamente
revolucionario.
En buena hora, los precursores, los militantes heroicos,
dieron preeminencia al momento práctico, antes que a la caracterización
teórica. Es lo que distingue un hecho revolucionario, de una intelectualización
revolucionaria. A nuestro país, le sobran lectores de la realidad. El mandato
transformador de Fernando, es una exigencia ineludible.
* 6 de septiembre de 1973 (Militancia Peronista para la
Liberación fue una importante publicación del peronismo de izquierda dirigida
por Ortega Peña y Eduardo Duhalde entre mediados de 1973 y 1974)
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