viernes, 28 de agosto de 2015

Ancianidad y abandono en una sociedad en crisis.

Ali Rida Eric Peralta*

Los geriátricos, su disfunción y funcionamiento, son una expresión más de la sociedad en crisis que nos atraviesa, donde la ancianidad sea quizás el sector de la población con mayor vulnerabilidad y exposición al maltrato.

Que existan lugares de encierro para nuestros abuelos, espacios depositarios de nuestros progenitores muestra a lo que las sociedades occidentales han llegado, y al descompromiso y descarte que ha adoptado en su cotidianidad la familia, como una expresión más del fracaso de la vida moderna.

Las formas del maltrato están institucionalizadas, legalizadas por las clases dominantes y legitimadas por una sociedad, que día a día pareciera, de múltiples formas, encaminarse a su propia autodestrucción.

 
 
En las civilizaciones ancestrales, en la vida comunal, en quienes se sostienen desde la espiritualidad y las tradiciones, es impensable suponer siquiera que nuestros ancianos sean depositados, encerrados, abandonados en algún lugar que los separe de su familia y comunidad, de hecho siendo los depositarios de un cúmulo de valores y virtudes son respetados por pueblos y comunidades, son los sabios, los consejeros, siendo respetados, oídos y atendidos con preferencia.

Cuanto hay que trabajar para recuperar de una buena vez nuestro original modo de vida, reencontrándonos con todo aquello que jamás deberíamos haber dejado de ser, nuestro presente debería encontrarse en todo aquello que se vislumbra en la mirada de nuestros abuelos, en el vivo recuerdo de nuestros antepasados, quizás así re descubramos que siempre estuvo aquí mismo lo que buscábamos en una difusa marea de época, a la que el consumismo nos ha arrastrado sin detenernos más que para la distracción perpetua de lo verdadero.

Esa generación que hoy se abandona, nos ve alejarnos con la misma velocidad que nosotros hemos asumido el divorcio que el mundo moderno ha establecido mecánicamente para cada uno de nosotros, disociados de los afectos, las emociones, los ritmos que la cotidianidad nos demanda nos obligan a distraernos de nosotros mismos, y por supuesto así como muchos no se reconocen en sus progenitores o en sus ancestros, hay quienes seguiremos re descubriéndonos en la sabia resistencia de quienes nos antecedieron.


*Secretario General de la Organización Lautaro de Argentina.

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