Por Gonzalo Getselteris*
Con temperaturas altísimas, y sensaciones térmicas aún más altas, cualquier persona espera refrescarse. Tomar algo que sale de la heladera, bañarse, prender un ventilador o incluso usar el aire acondicionado si es que le da para tanto. Sin embargo, en la década ganada, uno no puede ni siquiera ir a comprar algo fresco al kiosco de la esquina.
Los cortes de luz, inocultables a esta altura para cualquiera medianamente honesto, son la moneda de cambio de un diciembre plagado de reclamos. Los reclamos policiales, que mediante una asonada mantuvieron a la expectativa a gran parte de la población, y que fueron rápidamente atendidos por los funcionarios, no se continuaron, con la misma rapidez y eficiencia, para otros sectores. Casi de inmediato, una multitudinaria marcha pedía por mejoras salariales y atención a demandas básicas en otros puntos del país. Tucumán, por ejemplo, mostró el hartazgo de miles de personas que pidieron incluso la renuncia del gobernador, y en Capital Federal, una marcha multisectorial hizo llegar a la Plaza de Mayo un reclamo justo de reactualización salarial. Es obvio que, ante una inflación que se come un pedazo del salario mes a mes, y que ha llegado a treinta puntos a lo largo del año, lo mínimo que se podría esperar es un gesto por parte de las distintas patronales que se han visto beneficiadas por la brecha cambiaria, la especulación financiera y las ganancias reajustadas. Sin embargo, ninguno de los reclamos fue oído.
En paralelo, y para hacer aun más dramática la situación, comenzaron a producirse cortes sistemáticos de electricidad en distintos puntos del país. Y, como era de esperar, las empresas concesionarias, las mismas que obtienen cuantiosos subsidios por parte del Estado, las mismas que no son controladas por este a través del ENRE, los dejó sin ninguna respuesta. La situación es la misma: cientos de personas de un barrio que repentinamente sufren un corte de luz; cientos de llamados a EDENOR o EDESUR, dependiendo del caso, y la misma máquina contestadora que dice que en estos momentos no se puede atender el reclamo. Y, naturalmente, la bronca de los vecinos se contagia, se cortan las calles, se cortan las rutas, se cortan las vías.
Ante la ausencia de respuesta satisfactoria por parte del Estado, o incluso de la empresa, estalla la bronca contenida. Desde el Estado, la vergüenza inexplicable: atribuirle a cada individuo la responsabilidad es de una desfachatez imperdonable. Que uno deba sentirse culpable por tener calor y prender el aire acondicionado, un ventilador, o abrir varias veces la heladera para tomar algo fresco es el reflejo de una gestión que comienza a perder la brújula política y social. ¿Y el control del ENRE? ¿Y la inversión en la “década ganada”? ¿Y el mágico mundo prometido cuando se aplique la ley de medios? ¿Será que, ahora, los vecinos sin luz son “golpistas”, o será que el que tiene más de un ventilador es un desestabilizador? De poco sirven diez años “ganados” si, ante una demanda mayor de energía el sistema no responde. No puede ser un problema individual: evidentemente, algo estructural está fallando. Como sostiene José Rigane, Secretario General de la Federación de Trabajadores de la Energía de la Republica Argentina (FeTERA-CTA), “según el Instituto para el Desarrollo Social Argentino (IDESA), la energía creció menos de la mitad de lo que creció el PBI. Entre el año 2003 y 2013 el PBI creció a una tasa del 6,5% promedio anual y la potencia instalada de energía lo hizo tan sólo a 3,2% por año. Este dato establece claramente por qué hoy la energía está en crisis”. Ahora bien: ¿Cuál es la actitud de la policía, en este reclamo más que válido de miles de personas afectadas por cortes de energía que duran varios días? Defender a las empresas, formando “escudos” para que la gente no entre en sus instalaciones a exigir respuestas concretas. En otros casos, la violencia ha sido mayor, desalojando o dispersando a los manifestantes con métodos no demasiado sutiles. Y, por si faltara un ejemplo, en Flores, cuando se ven “perjudicados” por los cortes de calle, disparan sin más y matan a sus propios vecinos. Así están las cosas. De un lado, quienes se viven haciendo los desentendidos, culpándonos sistemáticamente de cuanto problema estructural “salta” en nuestro país. Y del otro, miles de personas, que reclaman, desde el lugar que pueden, por lo justo.
Por nuestra parte no hay medias tintas para la situación actual: a la protesta!
*Organización Para la Liberación Argentina-OLA
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