jueves, 11 de abril de 2013

Militancia y valores en la organización de los revolucionarios.


Por Eric Peralta*

Hay quienes afirman que la concepción de militancia se ha resignificado en este nuevo siglo, sacrificando ideales, reduciéndolos a un desvalor más del megamercado planetario, redefiniendo prebendas para alistar mercenarios.


Han mercantilizado y corrompido una de las expresiones más caras del compromiso y la dignidad humana, la militancia.

Al menos hay dos maneras de afrontar esa resignificación de militancia en las urgencias del momento y de cara a las perspectivas estratégicas, adaptarse a la situación para ocupar posiciones, o trazar el horizonte y remar contra la corriente.

La decisión de mimetizarse y naturalizar el mercantilismo alimenta las tendencias al oportunismo, el carrerismo individual y la degradación moral (basta observar buena parte de esa militancia devota del oficialismo, la centro izquierda y buena parte de lo que llamamos “izquierda” para comprobarlo).

Por otro lado la decisión inversa obra en muchos casos como un imán para charlatanes, cobardes incapaces de la acción, arribistas sin agallas tan proclives como el que más a corromperse por un cargo, una prebenda.

Cabe la sospecha que la diferencia entre una y otra opción se inclina a favor de la primera, ya que el nexo con el movimiento social objetivo y los resultados de la lucha política en la Argentina actual, justificaría a todas sus partes componentes.

En esta concepción aparece un presupuesto teórico contrario a la noción según la cual el movimiento espontaneo del pueblo (con la inercia asamblearia incluida de todas sus organizaciones) no supera por si mismo los limites revindicativos.

Una perspectiva revolucionaria para nuestros pueblos debe visibilizar el carácter decadente de la civilización occidental, la magnitud de la actual crisis del orden internacional, y la necesidad y posibilidad de orientar el presente y el futuro de la humanidad bajo otros paradigmas y proyectos.

La concepción y aptitud para la batalla cultural, es tanto o más importante que la propuesta programática revolucionaria, y debe provenir de hombres y mujeres de carne y hueso, que consientes de las principales tareas históricas, concentren sus esfuerzos en afirmarse como organización con espíritu de sacrificio.

Organización que sostenga férreamente valores espirituales, valores a contramano de la sociedad actual, una moral revolucionaria, una moral de vanguardia.
Concepción que es necesario levantar desde los revolucionarios y las fuerzas del pueblo organizado, concepción de vanguardia militante que fue vilipendiada y arrojada al costado, y que asumirla de ninguna manera significa un aislamiento si se impulsa una lucha constante en todos los sentidos, sobre todo en nuestras propias filas.

Es imperioso sostener la batalla cultural como estrategia revolucionaria, que nuestro accionar cotidiano sea el resultado de una espiritualidad y una praxis de la ética, enfrentando el consumismo, el hedonismo y los vicios, asumiendo que nuestro corazón es un campo de batalla, rechazando desde las vísceras las dualidades obscenas del mundo de hoy.

En la batalla que damos hay que reproducir una mística de la lucha con ejemplos sobresalientes, esa es una tarea impostergable.

*Secretario General de la OLA-Organización para la Liberación Argentina.

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