En el mes de noviembre se realizarán nuevas
elecciones en Chile, con un proceso electoral que todavía no tiene nombres
definidos, porque las dos grandes alianzas que se disputan el poder no han
elegido sus candidatos.
En la Concertación de
Partidos por la Democracia
-de centroizquierda- la ex presidenta Michelle Bachelet aparece como la única
candidata en condiciones de devolver a La Moneda a quienes gobernaron durante veinte años
después de la dictadura de Augusto Pinochet.
Como Bachelet no anuncia si se presentará en la Concertación , le
prenden velas esperando que se defina.
Mientras los partidos
políticos disputan sus espacios de poder, la política en Chile parece haberse
trasladado del formalismo parlamentario a las calles con temas que interpelan a
las dos grandes alianzas por igual y a los que ninguna de ellas encuentra
respuestas.
En 2011 fueron las
movilizaciones estudiantiles las que cuestionaron el sistema educativo en base
al lucro que apoyan todos los partidos que gobernaron desde 1989. Al comenzar 2013 los mapuches les recuerdan
que existen ciudadanos históricamente marginados y que nadie mejor que ellos para
cuidar las tierras y el agua de la Araucanía.
Ya en 2009, durante el
mandato de Bachelet, diversas organizaciones mapuches presentaron un informe
sobre discriminación racial ante un organismo de Naciones Unidas en
Ginebra. Allí denunciaban los montajes
de los organismos de inteligencia para vincularlos a las FARC y demonizarlos.
Es interesante como en el
caso de los mapuches la respuesta de todos los gobiernos ha sido muy similar
recurriendo a una ley antiterrorista de 1984 redactada durante la dictadura de
Pinochet. Esa ley tuvo algunas ligeras
enmiendas durante los años de la Concertación , pero no fue anulada. Ahora que están en la oposición, algunos de
sus principales voceros –como Ricardo Lagos y José Miguel Insulza- aprovechan
para criticar al gobierno actual por el uso de la ley porque dicen que no es el
mejor momento para aplicarla.
Los mapuches, al igual que
todos los movimientos indígenas desde Canadá hasta Tierra del Fuego, reclaman
mucho más que una forma de gobernar: cuestionan un modo de vida que se basa en
la superexplotación de la naturaleza y su sistemática destrucción.
Criminalizar su protesta o
emparentarlos con las FARC o Al Qaeda, sólo sirve para demonizarlos y generar
un impacto mediático, pero elude el fondo del problema. En realidad, con su reclamo de autonomía los
mapuches, también quieren refundar Chile, como los estudiantes.
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