Una vez más un 16 de Septiembre nos encontramos recordando y rescatando de nuestra historia Argentina a aquellos pibes que se jugaron la vida por una sociedad más justa.
No decimos desaparecidos, porque ellos no desaparecieron de nuestra memoria y mucho menos de nuestra lucha, están presentes cada día que un joven se levanta y se compromete a cambiar la realidad.
A los jóvenes que vivimos en este tiempo, nos toca seguir con este largo camino que consiste en conmoverse y luego comprometerse, siendo capaces de sentir cualquier injusticia en cualquier parte del mundo.
Hoy el contexto es distinto a aquel 16 de Septiembre de 1976, nuestra Argentina sufre las consecuencias del neoliberalismo, el saqueo sistemático de nuestros recursos y algo que afecta mucho a nuestros pibes: el hambre y la droga, que mata silenciosa y lentamente, “quemando” a las generaciones futuras, generando un daño inmenso en nuestro pueblo.
Pero más allá de la coyuntura en la que estamos inmersos, le debemos una batalla a nuestros hermanos, quienes sufren la injusticia, la inequidad, los palos y las balas, debiéndoles demostrar que se puede construir algo distinto, que no nos debemos conformar con lo “menos peor” porque tenemos años para transformar esta realidad, con la rebeldía que nos caracteriza y la convicción de que no nos han vencido.
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